Hoy compartimos nuestra Sala de lectura con el autor de En estado de Espera, Santy Portela. Os invito a que conozcaís un poquito mejor a Santy.
Lo primero Santy te agradecemos que formes parte de Nuestra Sala de lectura.
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¿Qué podemos encontrar en tu obra y a
qué público va dirigido?
“En estado de espera” es un texto dramático que podría definirse
como tragedia femenina. Es una distopía futurista en la que el estado ejerce
tal control sobre los individuos que no se pueden tener hijos sino se lleva a
cabo la burocracia pertinente. Si una mujer se queda embarazada sin ese
permiso, es encerrada e incluida en el Proyecto Sigma, donde tendrá al hijo que
pasará a ser propiedad del Estado. Allí llega Laura, una joven embarazada por
una violación. Una mujer rebelde que ha pasado un infierno y da con sus huesos
en uno aún peor. En el Proyecto Sigma la mujer no importa, es tratada como una
criminal de la peor ralea. Lo único que importa es la propiedad del estado: el
bebé.
La obra está impregnada de fuertes y
chocantes imágenes físicas y psicológicas, con las que quiero hacer visible la
capacidad del ser humano cuando es empujado a un extremo casi insoportable. La
crueldad y la fuerza de las escenas pueden llegar a ser desagradables, pero no
por ello menos irreales o imposibles.
He de admitir que no es un drama apto
para todos los públicos. Trata un tema duro desde una perspectiva igual o más
dura.
Con “En estado de espera” busco
que tanto lectores, como espero que algún día los espectadores, salgan
marcados, que les remueva algo en las entrañas, que no deje indiferente tanto
para lo bueno como para lo malo.
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¿Cómo se te ocurrió la idea de la
trama?
No lo pensé demasiado. Fue surgiendo poco
a poco. Sabía que quería hablar sobre el abuso del poder por parte de un
gobierno opresor y que quería que fuera un texto primordialmente femenino.
Supongo que usar un tema conductor como el aborto era algo natural.
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Uno o dos adjetivos que definan a tus
protagonistas.
Son muchos personajes. Laura, la
protagonista, es una mujer rebelde que no se conforma y que lucha por su
libertad y su independencia, a pesar de vivir un infierno.
Aida, la directora del Proyecto Sigma, es
una mujer madura que cree en lo que hace, fuerte y cruel.
Ángela, la enfermera, es el personaje más
extraño: está conforme con su trabajo y lo disfruta, pero en ocasiones contadas
parece mostrar cierta empatía por las presas.
Las presas funcionan un poco como coro y
cada una de ellas se podría definir con una palabra: inocente, resignada, dura
y, por último, agresiva.
Eider es la hermana de Laura y es una
mujer conforme y cómplice del estado.
Itziar, la doctora, es una funcionaría
que no se plantea nada más que hacer su trabajo.
Por último, los dos carceleros, los dos
únicos hombres de la obra que no hablan en todo el texto, son herramientas en manos del estado.
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¿Cuándo comenzaste a escribir?
En el instituto comencé a escribir
poesía, relatos cortos y alguna que otra historia de aventuras fantásticas. Con
el teatro empecé tras ir a ver “Divinas palabras” de Valle-Inclán
al CDN. A partir de ese momento, devoré teatro y di mis primeros pasos, y
bastante torpes y sin estilo, en la dramaturgia.
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¿Qué escritor ha marcado tu carrera
como escritor?
No podría decir sólo uno. Hay demasiados.
Obviamente, Valle-Inclán es, para mí, el mayor genio del teatro de la historia.
Pero con los años, muchos escritores han ido perfilando mi estilo y haciéndome
madurar. Entre otros: Strindberg, Ibsen, George Kaiser, Genet, Pinter, Alfonso
Sastre, Francisco Nieva, Luis Riaza, y un larguísimo etcétera.
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¿Qué sentisteis el día que salió a la
venta tu libro?
Fue una emoción muy gratificante. Lo
único que se me ocurre para definirlo es: eres un buen dramaturgo y ésto es un
ejemplo de ello.
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¿Te has buscado en alguna librería? Por
curiosidad, vaya.
Hay pocas librerías de teatro en Madrid.
Me busqué en la más grande, Yorick, y aunque, no me encontré, logré que
pidieran un tomo de mi obra a la editorial.
En internet me he buscado varias veces, y
me he llevado sorpresas bastante agradables.
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¿Te llevó mucho tiempo escribir tu
obra?
Pues, sinceramente, no me acuerdo. Aunque
me tomo bastante tiempo para escribir. Primero hago una versión básica a mano,
y después voy entrando en detalle y expandiéndome en el ordenador. Y luego lo
reviso mil veces. Creo que terminadas, completa y absolutamente, tengo tres
obras, contando “En estado de espera”. Todas las demás, y son
bastantes, están inacabadas o, por lo menos, son susceptibles de cambios.
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¿Cómo fue la búsqueda de editorial?
Fue extraña. Probé con tres o cuatro
antes que con Ñaque. Dos de ellas me dijeron directamente que no editaban
teatro, a pesar de que supuestamente íbamos a co-edición. El teatro tiene muy
poco mercado como género literario, y es muy triste. Y si encima estás
empezando, como era mi caso, pues aún menos. Sin obras estrenadas, sin ningún
premio o mención en algún certamen lo tenía crudo. Y entonces se me ocurrió
Ñaque, que la conocía porque antes tenían una librería en Madrid a la que iba bastante.
Así que fue mandarles la obra y esperar. Y listo. Les gusto y nos pusimos a
ello.
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Te has encontrado con editoriales que
te han cerrado la puerta?
Me he adelantado en la pregunta anterior.
No voy a responder dos veces.
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¿Qué consejo le darías a una persona
que está escribiendo aún su primera obra?
Que tenga paciencia y perseverancia. No
debe tener prisa por acabarla. Que revise la obra una y otra y otra vez. Y
cuidado con la ortografía, que se nos cuelan muchos fallos que son como para
arrancarse los ojos.
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¿Qué les dirías a tus lectores?
Que lean con calma. No escribo un teatro
de fácil lectura ni de fácil asistencia. Pero merece la pena porque estoy
seguro que algo les va a tocar. Les va a remover. Y eso, para mí, es lo
primordial.
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